2.8.05

HIELO Y FUEGO


Se sorprendía el amigo Viruete en un comment de la semana pasada. “¡usted enganchado a Juego de Tronos! Nunca lo hubiera pensado.” Pues sí. Ya he liquidado la segunda entrega, Choque de Reyes. Y en muy breve atacaré la tercera, Tormenta de Espadas. Me había planteado la posibilidad de dejarlo para el verano que viene, como ya hice con este segundo, pero al final me he decidido por ponerme al día. Si me lo hace pasar tan bien es idiota postergar el placer todo un año (aunque pondré algún tebeo por en medio para liberar toxinas).

Vaya por delante que no soy precisamente un aficionado a la espada y brujería, fantasía heroica y demás etiquetas del género. Sí. He ledisfrutado de la lectura de El Señor de los Anillos en un par de ocasiones. De la última hace ya bastante más de una década. He disfrutado con sus adaptaciones cinematográficas (mejor extendidas). Y también he disfrutado de La Espada Salvaje de Conan en su época de esplendor. Pero ahí se acaba el tema. No es un género que llame mi atención. ¿Porqué me animé, pues, con Juego de Tronos? Alguien, en la Lista Brutta (¿xp?) comentó que lo bueno de la novela eran sus intrigas palaciegas. Fan de la tía abuela de Claudio, Lívia, llamó mi atención en un momento en que me apetecía leer un tocho sin florituras estilísticas. Tanteé las primeras páginas y el libro cayó rápido. Ochocientas páginas en cinco días. Me atrapó.

La gran virtud de Canción de Hielo y Fuego es que no hay elfos maricones. Tampoco hobbits con sacarina. Y la poesía es escasa. Inexistente. No se cantan canciones sino que se traiciona y decapita. Se cometen incestos y se untan de sangre. El elemento fantástico está sábiamente dosificado (en aumento, eso sí, según caen las entregas). Eso me gusta. Apenas un par de esbozos en Juego de Tronos y un poco más ahora. Veremos qué depara Tormenta de Espadas. De momento sólo unos pocos Guerreros zombies que proceden del frío (Los Otros), una buena variación de la licantripía, una bruja roja que pare sombras asesinas y otra criatura (por partida triple) que prefiero no desvelar. Esa es la fantasía sobrenatural de la saga de momento. Y no me molesta en absoluto. Tampoco hay un mal sobrenatural con forma de ojo. Aquí el mal anida en el corazón de los humanos. Y la maldad de nuestra raza es la más chunga.



George R.R. Martin está escribiendo la saga de manera muy muy inteligente. En la estructura coral sin protagonista fijo, escamoteando la visión desde el punto de vista de los reyes en disputa. Agarra al lector por los cojones y lo sumerge en un mundo mediaval cruel y sangriento. La perfidia de una corte envenenada, la fragmentación del reino y unas cuantas batallas para recordar. Batallas violentas de tripas desgarradas por los suelos y miembros amputados. Un montón de personajes llenos de matices. Seducen tanto los de un bando como los de otro. El protagonismo parcial por parte de unos niños no la convierte en un Harry Potter medieval. Al contrario. Estos niños matan como pueden y conviven con el horror que se muestra ante sus ojos. Los caballeros son tipos engreídos, sucios en la batalla y ruínmente radiantes en la corte. Aquí no hay cuentos de princesas. Y aún así la epicidad desborda. La emoción también. La palabra clave es folletín. Entendido éste en todo su esplendor popular. Vamos, que es una maravilla cuya lectura me emociona, cuyos giros argumentales jaleo en la noche, mientras leo en silencio, que me absorve y esclaviza durante bastantes horas al día. Ya lo dije el otro día: Martin es un hijo de puta.

Por cierto, me encantan los nombres de los libros que componen Canción de Fuego y Hielo. Juego de Tronos, Choque de Reyes, Tormenta de Espadas y el futuro Festín de Cuervos. Son títulos que estaban ahí, esperando bautizar evasión de envergadura. Son títulos que han encontrado lo mejor que podían encabezar.

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