7.8.05

Michael Bay: “Si Blade Runner es un calcentín, yo le doy la vuelta por el lao sudao”.


La vida ausente tiene estas cosas. Uno se pasa más de medio año sin pisar una sala de cine, y cuando lo hace, aquí, en la costa, debe escoger entre La Isla o La Isla. Así que uno va y se aisla, previo pago de la entrada, claro. La película, durante su primera media hora, propone una trama de ciencia ficción más o menos digna. La fragancia que desprende esa primera parte, eso sí, es pura naftalina. Se saquea un armario que guarda, desde hace años, diversos filmes dirigidos por gentes como Gé Lucas, Eme Crichton, Eme Anderson o Erre Scott. Bueno, y muchos más. Por tener, tiene hasta su momento Starman, su momento Brazil y su momento Show de Truman. Armarios de este tipo ya se saqueron en Gattaca con bastante fortuna, clase y sin tanto aspavaviento. Y es que no por mucho acaparar (referencias) se despierta más trempado.

Pues eso, que en sus primeros cuarenta minutos uno máas o menos se enfrenta a una trama de ciencia-ficción de corte más o menso digno, aunque algo fría (casi por obligación estética) y poco original (eso es obvio). Y cuando el percal ya se huele, pues qué coño, que esto es una película de Michael Bay. Cojones. Así que una cosa seria y borderline sacada del armario no puede ser cine. Que el cine son hostias, tiros y persecuciones. Cojones. Y no es de recibo que ideas sueltas (la actitud del donante, por ejemplo) destrocen un entretenimiento veraniego. Así que a la media hora hay que dar paso al espectáculo instintivo. Tiros, motos, coches, hostias, explosiones y humor grueso. Eso es cine para Bay y no lo otro. Lo de antes. Vaya por delante que a mí me entretuvo, que es lo que cuenta. Vamos, que me hizo pasar un buen rato. Pero no se olviden de que yo soy el tipo que le encuentra virtudes a casi todo.

La Scarlett pulula por ahí en un papel sin entidad mientras la cosa se va volviendo más inconsistente. Si se ponen a buscar agujeros éstos se volverán negros y les devorarán. Si la ven, sobre todo, sigan mi consejo: no piensen. Y me temo que ni así agradará a los amigos del cine palomita ni a los amigos del mejunje fantacientífico. El desarrollo de los dos personajes protagonistas resulta bastante idiota: pasan en cinco minutos de ser estarmans atontados a soltar palabras como “eufemismo” a la que menos te lo esperas. Y sí, hay ideas sueltas más o menos divertidas, hay un negro muy negro que suda mucho y hace de Deckard, un Buscemi desaprovechado, un simpático gordito amigo del bueno que hace cábalas con la loteria cuando la auténtica suerte está siempre del lado de McGregor, un malo muy malo y una persecución automovilística bastante maja, eso sí. Ah! Y luego están los planos rodados en helicóptero. Casi tantos como minutos tiene la película. Y si a mí me dan a elegir entre un zoom setentero y un plano desde helicóptero, yo me quedo con el zoom, que más vale zoom en mano que helicóptero en los cojones. Así que ya saben, ni chicha ni limonada. Ni es mala ni es buena, que es lo peor que puede pasarle a una película. Aunque si es verano y en la sala hay aire acondicionado... cualquier cosa se agradece. Hasta un calcetín sudao y del revés.

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